¿Cuántas veces no limitamos a Dios con nuestras oraciones? ¿Cuántas veces no venimos ante Él con nuestras peticiones, le buscamos de corazón y clamamos para que abra las puertas que nosotros queremos ver abiertas, recibir las respuestas a las preguntas que nosotros tenemos y nos dé exactamente lo que le pedimos, sólo para vernos decepcionados, frustrados y hasta desanimados porque no vemos los resultados que esperábamos?
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mateo 7:7-11 RVR60).
Necesitamos seguir pidiendo, seguir buscando y seguir llamando, pero ¿hasta cuándo? La mayoría de nosotros lo hacemos hasta que nos cansamos. Algunos otros quienes han entendido la insistencia en las palabras de Jesús, se sobreponen a la desesperanza de la falta de resultados y desarrollan un sentido de perseverancia que no es usual. Otros piensan que la oración es como irse al ruedo de lucha libre con Dios y aplicarle la llave que por fin le va a torcer el brazo; ponerlo contra la lona hasta que no le quede más remedio que ceder.
Pero Jesús sabía que Dios es bueno. Hasta los mejores de nosotros, padres y madres, nos quedamos cortos ante la bondad y beneplácito de Dios. Cuando el joven rico salió corriendo para conocerle y le llamó «Maestro bueno,» Jesús le respondió: «Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios» (Marcos 10:18). La clave de este pasaje se encuentra no en hacernos expertos pedigüeños sino en el desarrollar una confianza plena en la bondad de Dios, el Padre bueno.
Ahora bien, en base a esto, nota que Jesús no dice que el Padre bueno nos dará lo que le pedimos, sino buenas cosas. Buenas, no de acuerdo a nuestro entendimiento limitado de lo que es bueno, sino de acuerdo al entendimiento divino de Su bondad infinita. Su bondad no tiene fronteras (Salmos 85), no se cansa de hacer el bien (Gálatas 6:9) y no paga mal por mal (Lamentaciones 3:22). Pero tampoco se puede encasillar en nuestra especificidad del bien que queremos recibir. Él nos puede dar mucho más que nuestra capacidad limitada de pedir (Efesios 3:20).
Cuando oremos, necesitamos venir con una actitud de expectativa; no de recibir al pie de la letra lo que pedimos, sino de recibir la abundancia de la bondad de Dios en cada una de nuestras peticiones. Si venimos ante Él con un corazón dispuesto y una mente abierta, Él nos sorprenderá cada vez con Su respuesta, a veces de silencio para hacernos esperar, y a veces con una puerta amplia para hacernos accionar. Siempre te quedarás corto en tus expectativas. No confíes en la insuficiencia de tu oración. Confía en la suficiencia de la bondad de Dios.
Le pedí por la salud de mi esposa, pero me respondió con amigos que nunca pensé que podía tener; que están dispuestos a amar sin condiciones, a dar sin retribuciones, a trabajar sin paga, a sacrificar sus fines de semana y a no cansarse de hacernos el bien. Amigos que han desarrollado el carácter de la perseverancia en la bondad. Amigos que no sólo dan de su dinero, sino que entregan el preciado tiempo, las preciadas ideas del pensamiento y son creativos en el amor. Yo quisiera que mi esposa sanada fuera, pero más quisiera que millares conocer siquiera un poquito de tanta bondad pudieran.
Le pedí un milagro en su cuerpo, pero me respondió con el milagro de Su cuerpo, del cuerpo de Cristo
Le pedí un milagro en su cuerpo, pero me respondió con el milagro de Su cuerpo, del cuerpo de Cristo. Un cuerpo unido por la caridad y la gracia, doliéndose con el dolor que no es de ellos, sirviendo a quienes ahora no les pueden servir, llevándonos, ¿que digo yo una milla extra? dos, tres, cuatro, cuarenta… las que salgan, las que aparezcan. Tanta bondad nos abruma. No corresponde con nuestro historial de dar. No es directamente proporcional a nuestro sembrar.
¿Te frustras cuando no ves tu oración contestada? Es probable que necesites quitar tu mirada de lo insignificante de la cosa pedida y amplíes tu campo visual para ver la bondad que rodea tu vida.
Hermosa y maravillosa reflexión acerca de la infinita bondad de Dios. gracias mil por eso, me deja una gran enseñanza… Seguimos orando por la sanidad de Ivonne. Nuestro Dios hará Su perfecta voluntad en sus vidas.