por Ivonne Cabral
Cuando se te pausa la vida… ¿que haces?
¿Donde quedan tus listas de cosas para hacer? De momento te das cuenta que las cosas siguen funcionando sin tu estar a cargo, que aunque no luzcan como siempre las tuvisteis después de todo ¡que más da!
Sonríes a distancia, suspiras. Se siente bien soltar, llevas demasiado peso y no puedes con uno más.
Sonríes a distancia, suspiras. Se siente bien soltar.
Abandonas la gerencia del hogar, tus prioridades cambian.
Aún tu tiempo de oración es diferente, es entre dolores y malestares, con balbuceos pocas palabras, y aún así es válido. Todavía calificas. Sigue siendo tan autentico para Dios aunque tengas la lucha de una mente religiosa que te dice: no estás haciendo lo suficiente.
Un día soleado. Una carcajada en medio de la comida. Saborear el alimento. Cinco horas de sueño se convierten en un regalo de la vida.
No puedo creer que vivía tan rápido, tan ajena a tantas cosas, a tantas necesidades, a tanto clamor.
Me mortificaba por no tener la casa en orden. Por no verme al espejo con una figura perfecta, por no entrar en esa talla de pantalón que hace años no puedo ponerme.
Ahora solo quiero disfrutar lo más simple, lo más quieto y ruidoso que traiga el día.
¿Que importa? ¡Todo es bueno! Todo tiene su lado amable.
¿Que importa? ¡Todo es bueno!
Todo tiene su lado amable.
¿Que importa ensuciar? ¿Que hay de malo en no seguir la rutina?
Solo ansío vivir, respirar, reír. Ver gente, sus caras, escuchar sus historias, y entender que a muchos, como a mí, se les ha pausado la vida.
Ahora tenemos a un Padre que quita la mano del botón de pausa para seguirnos bendiciendo con mayor profundidad y sentido… hasta las pausas más dolorosas pueden darnos el mayor y único sentido: ¡VIVIR!