por Vladimir Lugo
Ni siquiera sé por dónde comenzar a escribir estas cortas líneas. Entonces voy a comenzar, bueno, desde el principio.
Que, ¿cómo nos conocimos?
Ivonne ha sido el amor de mi vida por más de 31 años. El día que nos conocimos manejaba el taxi de mi papá. Yo estaba de camino al ensayo, y ella iba al mismo lugar que yo. Para mi sorpresa, ambos éramos parte del mismo grupo de teatro en la iglesia.
Se me acercó y preguntó sin titubear: «¿Nos puedes llevar?» Ya tú sabes lo que yo dije; de otra forma no estarías leyendo esto.
Ella estaba con una amiga y se sentaron en el asiento trasero del carro. ¿Quién era su amiga? Ni lo recuerdo. Mis ojos estaban fijados en Ivonne y desde entonces sólo he tenido ojos para ella.
Todavía recuerdo el conjunto que llevaba puesto. Llevaba puesto el resplandor del universo, una sonrisa Pepsodent, y un conjunto rosado y gris con estampas de viejos periódicos, pero quizás eso era lo único viejo en nuestra vieja historia. Desde que la conocí, se renueva cada vez que la cuento. Y como los viejos periódicos de su vestido, se han quedado impresas en las retinas de ambos como las últimas noticias.
La llevé a nuestro ensayo de teatro en el cielo, sin saber que protagonizaríamos nuestro propia comedia romántica; la historia más sublime, divertida y sentida que haya escuchado, visto… vivido: la nuestra.
Aquel día se sentó en el asiento trasero, pero el día después, el mes después, el año después, ella sólo va conmigo en el asiento delantero, cerquita de mí, en este viaje nuestro que llamamos vida.
Aquel día me quedé mudo cuando la ví y desde entonces empañamos el espejo de nuestra historia juntos con cada aliento.
Que, ¿cómo me siento?
Mis emociones corren desordenadas hoy tal y como aquel primer día. Verás:
Estoy emocionado de verla con la ventana que se abre cada mañana.
Estoy expectante de saber a dónde nos llevarán nuestros viajes. Y debemos viajar a la penumbra.
Ando reflexivo observando la vida por el lente de su brillante perspectiva. Siempre aprendiendo. Siempre convirtiéndome.
Estoy incierto acerca deI futuro, pero incierto fue nuestro primer encuentro, y ha sido un viaje maravilloso.
Estoy sin aliento cuando veo su fortaleza a través de su sollozante dolor.
Soy afortunado de que aún tiene aliento y eso es ocasión para celebrale cada día. Le honro cada día. Le amo en verdad cada día.
Ella me pidió un aventón, pero era yo el polizón en el vagón de su corazón. Y eso me hizo el hombre que ahora soy.
Que, ¿cómo ayudaste?
Por eso es que rogué tu ayuda. Quiero seguir llevándola de un lado para otro, seguir actuando con ella, seguir respirando al lado de ella, seguir honrándole y aprendiendo de ella. Tal vez esta sea la cosa más egoísta que he pedido en mi vida, pero tuve que pedir.
Diste vida y expresaste el amor
de una manera práctica y compasiva, ¡muchas gracias!
El amor de mi vida necesitó un trasplante para extender nuestra historia unas cuantas vías más. Tu contribución nos recogió en esa estación y esa será tu invitación a venir con nosotros en nuestra nueva aventura.